
La cosa es que ahí empieza el asunto de la grela que antes no existía, y que si existía no se veía. Porque antes, mi viejo, no se tenían las ventanas abiertas a la luz del día como ahora, que se ve todo el polvillo sobre los muebles, no. Antes, cerraditas las persianas todo el día, y si querías luz te ibas a jugar al patio. Y así minga que ibas a ver mugre dentro de la casa. Una pinturita, hermano. Pero ahora no; todo abierto, los rayos del sol arruinando las cómodas y muebles como si nada y nadie parece percatarse del descuido, porque están enfrascados con la tecnología. Y dale que va con la tecnología.
Entiéndase que con tecnología incluyo a toda esta sarta de ridiculeces de la vida sana y buenos ánimos. Porque antes, anda a reirte mientras el padre de la casa hablaba en la mesa. Minga que te ibas a reir. Porque antes había respeto, mi viejo. Y dirán que soy un anacrónico y les doy la razón, porque estoy convencido de que antes estabamos mejor. Sin televisor, ni computadora, ni minipimer, ni auriculares, ni multifunción Epson ni HP, ni todas estas pelotudeces. Yo ¿sabes que hacía a los 13 años? estaba en el tractor de la chacra, hermano. Y no drogándome como los pibes de hoy en día. Drogados y borrachos, todos. Como en la universidad, que es un criadero de vagos.
Tanta es la indignación que me provoca que el tíutulo del artículo no tiene de qué sostenerse ya. Y te digo por qué no tiene de que sostenerse. De la mugre, mi viejo. De la mugre.